miércoles, 11 de abril de 2007

EL CAMINO A EMAUS




Lc. 24:13-35 (leer el pasaje)

Emaus era una aldea, a pocos kilómetros de Jerusalén. La Biblia narra que dos discípulos caminaban dirigiéndose a dicha aldea. Jesús, su maestro, había muerto y ellos, a igual que todos, quedaron confundidos en cuanto a su futuro y en cuanto a lo que habían creído.
Veamos el estado de ánimo de ellos:

v 16- Sus ojos estaban velados.
v. 17- Estaban tristes.
v. 14- Invadidos por el pasado.
v. 21- Con una esperanza desecha.
v. 25- Falta de fe.

A veces la vida se torna un largo camino a Emaus, donde las cosas que nos pasaron, nos golpearon tan fuertemente que nos sentimos de esta manera, y hablamos cosas que no debemos hablar, conversaciones que solo nos hunden mas en la derrota.(v. 17)
Caminamos por la vida de esta manera, abatidos, sin esperanza y con tantas preguntas para hacerle a Dios.
La tristeza, el pasado, la falta de fe y la falta de esperanza hizo que los ojos de ellos se velaran de tal manera que caminaban con Jesús y no lo reconocieron. También nosotros cuando nos dejamos invadir por estos visitantes, sufrimos sin darnos cuenta que Jesús siempre esta a nuestro lado y que nunca nos abandonara, pero nuestros ojos y mente están velados para que no nos demos cuenta de su presencia.

LA TRAMPA DE JESUS (v. 29-31)

El quería que lo invitaran, note que no se invito solo, jamás lo hará, si nosotros no lo hacemos. El es un caballero, aunque la puerta este abierta, el golpeara (Ap. 3:20)
No así Satanás que abrirá la puerta y entrara sin que lo invitemos.

Dice las escrituras que al partir el pan los ojos fueron abiertos. El partimiento del pan significa “comunión”.La comunión intima con el Señor hace que nuestros ojos vean las cosas que antes no veíamos. Es importante tener comunión con Dios.
El regreso de ellos ya no fue igual. No necesitaron de la presencia visible del salvador, porque ya tenían fe nuevamente. Ellos sabían que Jesús estaba vivo y los sostendrían aunque el cielo se les cayera.
Cuando Jesús aparece a nuestras vidas, es para poner en nuestro corazón la “seguridad” de su presencia de tal manera que en nuestro “camino a Emaus” caminaremos confiado, por más fuerte que sean las cosas que nos hayan pasado.

“…y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.” (Mt. 28:20)


Ptor. OMAR OLIVA

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