sábado, 16 de diciembre de 2006

BULIMIA Y ANOREXIA




La anorexia y la bulimia es un tema muy delicado y está relacionado con los desórdenes en la alimentación. Es decir, la gran preocupación de estar adquiriendo más peso o si algo de lo que estoy haciendo me hace más gordo. Esto es muy fuerte y generalmente quienes lo padece se caracterizan por negar esta enfermedad.
En cambio la bulimia, podríamos describirla como aquellos episodios incontrolables de comer en exceso. Son los famosos atracones, que de repente uno se levanta a la noche y arrasa con la heladera. Y luego, a todo esto se le agregan los provocados vómitos para tratar de contrarrestar esta ingesta y poder sacarse así esos kilos de más de una manera mágica.
Tanto la bulimia como la anorexia conllevan algunos cambios o modificaciones en el carácter. Por ejemplo, la bulimia trae aparejadas depresiones, sentimientos de culpa, odios hacia sí mismo, tristeza, sensaciones de descontrol. Una severa autocrítica. La necesidad constante de recibir la aprobación de los demás. Cambios en la autoestima con relación principalmente del peso. En cuanto a la anorexia, entre los cambios de carácter que se producen está la gran irritabilidad, los sentimientos depresivos, la inseguridad. Y nuevamente un gran auto desprecio por su persona. También grandes períodos de ayuno, con la constante excusa para evitar comer.
Existen un sin número de factores que van determinando que todo este mal se produzca. Hablamos de factores culturales que exceden a una pobre jovencita. Hablamos de factores familiares, de factores personales. Pero uno de los factores más importantes son los medios de comunicación: las publicidades, los programas de televisión. El arquetipo de mujer que hoy se expone, donde la delgadez de alguna manera aparece como un valor. Y que si no estás delgado, no servís. No podés ser exitoso, no podés triunfar, no sos tenido en cuenta. Eso es algo muy fuerte.
Tengo acá el testimonio de una chica que me parece bastante interesante. Quien viajó a Europa con intenciones de desfilar para los grandes diseñadores, y que se encontró con una enorme competencia. “Había en cada casting una espera de más de 50 chicas, todas bellísimas”, comenta. “Lo primero que hacían los asistentes de los diseñadores, era probarme una pollera talle 33 a 38”. Sus caderas debían medir menos de 90 centímetros. Si no tenían esas medidas no pasaban a la segunda instancia. Y continúa diciendo: “Tenía una ilusión. Mi cuerpo podía quitármela”. Entonces agrega: “¿Hay una frustración más grande que la que no se puede modificar? No tenía que estudiar más para pasar o trabajar duro para que me dieran el puesto. Solo dependía de algo que no podía cambiar, esto era mi cuerpo. Corría el riesgo de deprimirme y de trasladar esa inseguridad que me provocaba un objetivo tan exigente a todo mi ser, a todas mis potencialidades”. Me parece que es una descripción tan clara del tema, porque dice que el único problema que tenía era su propio cuerpo. Y el cuerpo se comienza a transformar en un enemigo.
En todo esto, no podemos dejar de hablar de algo muy trascendente que es la aceptación de nuestra propia persona. Es decir, alguien que no se acepta a sí mismo. Que no acepta su cuerpo, que no acepta quién es. Que no se atreve a decir: “Bueno, yo me acepto tal cual como soy”. Respecto a esto, hay un relato muy apropiado en aquella escena tan conocida del Edén donde estaban Adán y Eva. Allí habla de aquella manzana fruto de la tentación. La tentación que le trajo la serpiente a Eva diciéndoles: “Si ustedes comen, van a ser como dioses. Si ustedes prueban de ese fruto que Dios no les deja comer, ustedes van a ser como dioses”. La tentación en realidad es la misma de hoy persiste en la imaginaria de todos nosotros: que podemos ser dioses y diosas. ¿Qué quiere decir esto? Un dios tiene una característica, que todo lo puede alcanzar. Y aunque nosotros intelectualmente en algún momento de la vida sabemos que no podemos ser dioses, no lo terminamos de aceptar emocionalmente.
Por eso es que nos enojamos cuando no podemos lograr algo. Y decimos: “Porqué yo no tengo la pinta que tiene aquel. Y porqué no tengo la nariz, y porqué no tengo los ojos, y porqué quizás el mentón”. Acá hay un disparador muy grande, que yo leí en una nota al Dr. Juri, este cirujano tan afamado donde hablaba del problema psicológico de la no aceptación. Entonces la gente se hace cirugías, y después termina teniendo una cara deformada de fotografía. Parece que hubieran tomado un manual donde eligieron el mentón, los pómulos, y todas tienen los mismos rasgos. Es que hay un problema donde uno lucha por ser quien no es. Esta es la antigua y milenaria tentación, donde uno quiere ser como Dios y no acepta que no lo puede todo en la vida.
Cuando yo hablo de aceptar no hablo de resignarse, sino de aceptar un propósito eterno La persona que descubre que la vida no es un accidente, que en la vida hay un propósito. Y la persona vive luchando contra él mismo, con no aceptarse. Y de alguna manera va luchando con Dios, nunca va a poder ser feliz. Pero cuando uno se acerca a Dios, lo que descubre es que hay un propósito en la vida, que no somos accidentes. Que nada pasa porque sí, que hay un sentido. Y cuando esto sucede, yo dejo de luchar con la vida y me reconcilio con Dios.
En cuanto a esto, siempre son muy importantes las palabras. Porque estamos hablando de la auto imagen, y es la imagen que uno tiene de uno mismo. En esto son muy importantes las primeras experiencias, las primeras palabras. Para mi ha sido totalmente emocionante poder leer en la Biblia, que Dios dice que somos para él su especial tesoro. Somos la niña de su ojo, la pupila. Lo más preciado, somos sus hijos amados. Y yo pensé: ¿Por qué Dios habla tan bien de mi? ¿Por qué cuando leo la Biblia siento que Dios me ama sin importar cómo sea? Sin importar mi nariz, si soy gordo o flaco, si soy morocho, rubio, si soy alto, si soy bajo. ¿Por qué siento que Dios me acepta tal cual como soy? Porque los hijos amados son los hijos seguros en la vida. Si hay alguien que no es amado, nunca va a ser seguro en la vida. Y va a andar caminando por la vida mendigando un poco de aceptación. Y esto es lo que justamente Dios está dispuesto a entregarnos, esa aceptación.
Es como ese padre que ve al hijo jugar a la pelota. Para el niño no hay nada más importante que los halagos de su padre. Ese padre va a la tribuna y se sienta para ver jugar a su hijo. Y de repente el hijo es un tronco bárbaro. No agarra una pelota en todo el partido. Pero cuando termina el partido, lo abraza y le dice que es mejor que Maradona. Entonces el niño toma la pelota, hincha el pecho, camina con orgullo, levanta el mentón y se siente la persona más importante del mundo. Y esto es lo que hace Dios cuando nos acercamos a él. Nos comienza a decir que nos ha amado. Que nosotros somos lo más importante para él, y por eso ha entregado a Jesús, su hijo, para morir en la cruz del Calvario a fin de reconciliarse con nosotros.
Termino con algo que me gustó muchísimo. Si la mayor necesidad del hombre fuera económica, Dios hubiera mandado a un economista. Si fuera tecnológica, hubiera criado a un científico. Si la mayor necesidad del hombre fuera el aburrimiento, hubiera mandado a un cómico o un conductor de televisión. Pero en realidad lo que Dios envió es a un salvador, porque justamente el hombre lo que necesita es acercarse a Dios por medio de Jesucristo. Para que de alguna manera uno encuentre el propósito y el sentido de por qué estamos en esta vida.

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